5 octubre 2010
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Luna que alumbras de noche,
te ocultas con tanto brío,
que cuanto más falta haces,
las nubes tapan tu brillo.
Saltando los matorrales,
titiritando de frío,
caminando muy despacio
hasta que llegué a un ribazo,
y allí me quedé dormido.
Al despertar yo notaba
por el resquicio nubido,
un lucero que asomaba
que al alba se adelantaba,
a un día de sol florido.
¡Qué precioso amanecer!
pues las nubes se habían ido,
la hermosa hierba brillaba
bañada por el rocío
que el buen febo la secó,
con su calor fueguecido.
Ernesto Roncal Bonilla
Tudela, marzo de 1991