5 octubre 2010
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La primavera ha llegado
con muy pocas alegrías,
porque el tiempo se ha olvidado
de concedernos las lluvias.
Los campos se ven áridos,
los trigos no resucitan,
ni pueden reverdecer
para crear las espigas.
La hierba que ya no crece,
ni en ribazos, ni en las orillas,
se retrae al desarrollo
para brotar las semillas.
Las flores que en otros tiempos
asomaban presumidas,
hoy se ven tan atrofiadas
que su color no perfila.
Los ríos no llevan agua,
las acequias consumidas,
las plantas al no regarse
morirán con agonía.
Ernesto Roncal Bonilla
Tudela, 30 de marzo de 1990