11 abril 2011
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Cuando tus cálidas manos,
acariciaron mi cara,
me dejaron el calor
de una persona amada.
Tu sonrisa me atrae,
siempre que miro tu cara,
porque tienes unos ojos,
que son el amanecer
de una dulce mañana.
Siento una dicha tan grande
cuando tus labios me ensalzan,
que me pongo a sonreír
con el corazón y el alma.
¡Qué melódica es tu voz!
¡Qué juego en tus palabras!
Combinadas con tus gestos,
hacen de la vida gala.
Guarda en la vista esa luz
que ilumina mi fachada,
donde conservo la dicha
que tu dulzura me guarda.
Con todo garbo paseo,
por la senda del amor,
a ver si encuentro la dicha
que un día se me perdió.
Busco la paz y sosiego
que conserve mi ilusión,
arrebatando prejuicios
que causan pena y dolor.
En mi cabeza se anida
un fantasma soñador,
y lo engaño como puedo
con mi coraje y tesón,
Ernesto Roncal Bonilla
Fecha desconocida
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8 febrero 2011
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3 mayo 2010
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Tienes en tu boca
los labios de grana,
y con tu vaporoso aliento,
que aspiro del viento,
me siento contento
y me quitan migrañas.
Tu cuerpo me atrae,
tu cutis me enloquece,
tus ojos me duermen
cuando tu mirada,
me atrofia la mente.
Siempre que te miro
siento yo una cosa,
que palpita mi cuerpo
y me tiembla la boca,
sin poder decirte
que te quiero toda.
Ernesto Roncal Bonilla
Tudela, mayo de 1997
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29 marzo 2010
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Dime que hay en tus labios
que están fríos y no imanan,
a lo atrayente de antaño,
ardorosos como ascuas,
humedecidos de gloria,
que al unirlos abrasaban.
Fueron dulces como la miel
y sabrosos en sus ansias,
de color rojo vibrantes
cubiertos de densa grana,
olorosos, perfumados
y erotizantes del alma.
Dime que hay en tus labios,
que ya no tienen la savia,
de aquellos tiempos pasados,
cuando tú me iluminabas.
Dime que hay en tus ojos
que al mirarlos no me irradian,
ni están suplicando amor,
cuando en los míos descansan.
Dime lo que hay en ti,
que no brillan tus miradas,
ni impulsas al corazón
para que sea colmadas,
de ilusiones placenteras
que al unirse nuestras vidas,
así quedaron atadas.
Dime que todo fue gloria,
y que ya no queda nada,
se marchitaron deseos,
por la fragilidad del cuerpo
y por desidia del alma.
Sólo nos queda el cariño
amasado por el tiempo
que los años nos depara.
Ernesto Roncal Bonilla
Tudela, 1982
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29 marzo 2010
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¡Qué mirar hay en tus ojos!
¡Qué encantos en tus facciones!
¡Qué alegría en tu sonrisa!
¡Qué candor en tus acciones!
En el color de tus ojos,
veo el cielo con sus dones,
y me acarrean ensueños
que dan gloria a mi vida,
como cantando canciones.
Busco la paz en tus ojos,
y me producen pasiones,
y nacen los sentimientos
como si fuera uno joven.
Ernesto Roncal Bonilla
Tudela, 1983
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24 marzo 2010
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En esta carta de amor
que mi alma te prodiga,
acógela con ardor
que va plasmada mi dicha.
Eres la mujer hermosa
que endulzas todos (los) pesares,
y te hace prodigiosa
cuando admiro tus andares.
Te quiero con embeleso
por tus miradas amables,
y la expresión de tus labios
que me atraen como imanes.
Cuando mis ojos captaron
en los tuyos más potentes,
no lo pude resistir
el calor que recibí,
y quedé como inconsciente.
Ellos me hicieron sentir,
en mi cuerpo y en mi mente,
una extrañísima pasión
que me hizo hasta insolente.
En tu esbéltica figura
que es tu cuerpo pagano,
se convierte en espiritual
entre divino y humano.
Te quiero desde aquel día
que nuestras vidas se hallaron,
nos unimos poco a poco
y jamás se separaron.
Eres la mujer que adoro,
con quien vivo mis desdichas,
la que busco en mis pasiones
compartiendo mis malicias.
Ernesto Roncal Bonilla
Tudela, 1990
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24 marzo 2010
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Dónde están aquellos ojos,
ojos que tanto adoré,
los tienes torpes y medio cerrados
y los abres pesados, alguna vez.
Cuando te veo que haces esfuerzos,
para despertarlos de su pesadez,
me deprime el alma y los pensamientos,
compungido quedo en todo mi ser.
Contemplo esos ojos que fueron fugaces
y de sus miradas prendado quedé,
hoy con este cambio que observo en ellos,
una gran nostalgia me oprime mi ser.
Solo recordarlo que fueron felices,
y ahora los veo con su flacided,
sucumbo ante ellos de pena y nostalgia
y hasta con tristeza los recordaré.
Ernesto Roncal Bonilla
Tudela, 9 de agosto de 1988
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9 marzo 2010
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¿Dónde están aquellos ojos
en su mirada fogosos,
desafiantes, piadosos,
que provocaban amor?
Ellos daban el cariño,
unidos con algún mimo,
y también iluminaban
un fascinante calor.
Yo veía en ellos fuego,
y continuos centelleos
dando luz a mi pavor;
aguantando sus miradas,
a veces regateadas,
confundidas de pudor.
Hoy los veo más pequeños,
aunque siempre tan ruisueños
abocados al dolor,
de haber pasado los años,
con algunos desengaños
que cambian hasta el amor.
Es la vida :
Que se va de suerte en suerte,
hasta que llegue la muerte,
barriendo paz y dolor.
Ernesto Roncal Bonilla
Tudela, 1985
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